El Hedonismo Epicúreo: Disfrutar Éticamente de los Placeres con Racionalidad y sin Excesos
De arriba abajo e izquierda a derecha: Epicuro: Museo Metropolitano de Arte, CC0, via Wikimedia Commons. Muñeca Feliz con Flor: Imagen de Dominio Público tomada de https://pxhere.com/es/photo/617317. Niña Saltando de la Felicidad: Imagen de Lena Dolch tomada de https://pixabay.com/es/photos/la-vida-salto-placer-estilo-de-vida-1003646/ bajo licencia libre. Vino, Aceitunas, Quesos y Carnes: Imagen de Sebastián Gonzalez tomada Pixabay bajo licencia libre.
“El orden y la disciplina proporcionan
placer de una forma más abundante y sostenible en el tiempo en lo cual falla
hondamente el tropicalismo”
Palabras de mi padre Álvaro
Duque-Donoso. MVz (1948-2007).
El
presente post es un extracto complementado con otras referencias de la extensa tesis
“Ética del hedonismo en la obra carta a Meneceo
de Epicuro de Samos: Resignificación del Concepto Placer“ [1] del profesor Estiven
Marín, presentada en 2015 para optar por el grado de Licenciatura en Educación
Religiosa en la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica de Pereira,
Risaralda-Colombia.
Los
orígenes de la ética se remontan al siglo V aC pero no fue hasta el siglo IV aC
cuando el saber entorno a la ética se constituyó de la mano de Aristóteles como
disciplina propia y autónoma dentro de la filosofía. La ética estudia la
conducta humana, lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, la moral, el
buen vivir, la virtud, la felicidad y el deber. La ética, pues, estudia la
moral y determina cómo deben actuar los miembros de una sociedad. Por lo tanto,
se la define como la ciencia del comportamiento moral. El Objetivo de escuelas
como la Epicúrea era proponer una nueva manera de vivir y de buscar la felicidad; esto a
través de una forma de vida, es decir, desde una ética [2]. Así pues, para
Epicuro nos debemos comportar de una forma que busque el placer, pero no por
medio de cualquier fin y siempre teniendo en cuenta la racionalidad, moderación
y virtud, entendida esta última como algo que hace su poseedor alguien bueno [3] pues obra de acuerdo a
determinados ideales como el bien, la verdad, la justicia, excelencia, etc. La virtud se opone
al vicio y tiene gran importancia para la vida ética.
Otra
cosa que hay que aclarar es la diferencia entre ética (del griego ethos,
ethikos) y moral (del latín mores o moralis). La ética tiene que ver con
decisiones que toma un individuo basado en lo que es bueno y malo para él. Es
decir, la ética es más subjetiva y egoísta diría yo. La moral tiene que ver con
lo que con las normas que indican que es bueno o malo para para un grupo,
comunidad o sociedad [4].
Otro termino que se usa en la tesis resumida en este post es del alma. Siempre he querido tener claro que es alma y que es espíritu al menos desde el punto de vista filosófico y voy a tratar de hacerlo en este párrafo. Miremos esa distinción basados en las bases que nos dejó Tomas de Aquino. De acuerdo a esto el alma es la principal característica de un ser vivo. Es lo que determina que uno esto vivo o muerto. En otras palabras, la diferencia entre un cuerpo viviente comparado con un muerto es el alma. Y el espíritu son los aspectos del alma que no son materiales en particular el intelecto y la voluntad. De forma amplia (sensu lato) el alma es el principio de vida y espíritu se refiere a los aspectos inmateriales del alma como son la habilidad para razonar y tomar decisiones basadas en la razón [5]. Sin embargo Epicuro rechazaba la noción de un alma inmaterial [6].
En el año 323 aC, con
dieciocho años, marchó a Atenas para cumplir el servicio militar. Terminado
este, regresó con su familia en el 321 aC, aunque en esta ocasión lo hizo a la
ciudad de Colofón. En dicha ciudad permaneció durante una década, hasta el 311
aC. Allí estudió con Nausífanes, un filósofo atomista discípulo de Demócrito y
de Pirrón, con quien tuvo una relación decisiva en su formación, a pesar de que
posteriormente Epicuro dirigió contra él duras críticas.
Tras esos años de
formación, comenzó una etapa magisterial estableciendo en el año 311 aC su
primera escuela de filosofía en la ciudad de Mitilene, en Lesbos. La oposición
de Epicuro al platonismo, filosofía dominante en la educación superior, formó
una gran parte de su pensamiento. Sin embargo, dicha escuela tuvo una corta
duración, pues él tuvo que abandonarla debido a rivalidades con los
aristotélicos de la ciudad.
Posteriormente se estableció en Lámpsaco, donde permaneció
durante cuatro años en los cuales tuvo gran actividad. Allí estableció
nuevamente una escuela gracias a amigos influyentes y consiguió un círculo de
discípulos y seguidores, entre los que se encontraban Idomeneo, Metrodoro,
Leonteo y su mujer Temista, Colotes, Pitocles y Timócrates; posiblemente
también en Lámpsaco conociera a Hermarco, quien le acabaría sucediendo al
frente de la dirección del Jardín.
Luego el filósofo de Samos se asienta en
Atenas aproximadamente hacia el año 306 a.C. época en la que la ciudad estaba
bajo el gobierno de Demetrio Falero, un peripatético amigo de Menandro. En
Atenas permanecería hasta su muerte, para fundar su escuela de filosofía.
Compró una casa y un pequeño terreno en sus cercanías, a las afueras de Atenas,
de camino al Pireo; allí fundó el Jardín, su escuela.
Pero durante el periodo que Epicuro
residió en Atenas, acaecieron incidentes que repercutieron en la estabilidad
económica, política y social de la antigua Grecia: el asedio de los imperios
extranjeros y la desigualdad social. En este sentido, se deduce el carácter
ético de la época determinado primeramente por la crisis de inseguridad de los
ciudadanos y por la pérdida de la identidad política tan importante para los
griegos.
Sin embargo, a diferencia de las demás
escuelas que abogaban por la actitud crítica, Epicuro y sus adeptos entronizan
en un ambiente de homogeneidad, es decir, un estilo de vida que genera
inspiración y el cual era adoptado a ejemplo del maestro; además se dio gran
importancia al establecimiento de la amistad.
Así los epicúreos siguiendo el estilo de
vida de su maestro, quien desde un principio al establecerse en Atenas buscó de
un lugar distante a la ciudad para vivir, lo hace en el sentido de que busca la
suficiente tranquilidad y la cual solo le fue posible conseguir por un
aislamiento de la vida urbana. De aquí que Epicuro y sus adeptos entronizaran
en la creación de una comunidad que, alejada de la ciudad, intentan hallar la
paz por medio de la ataraxia (ausencia de turbación) como concepción del
placer.
En efecto, el Jardín (képos) como espacio de reflexión y de amistad en la que el maestro comparte la vida con sus discípulos, análogamente coincide con la creación de una familia que se ayuda ante la decadencia social en la que se hallaba sumida la antigua Grecia.
Contexto Histórico:
El
epicureísmo hizo parte del período helenístico de la filosofía antigua griega. Los
historiadores suelen enmarcar dicho período entre el año de la muerte de
Alejandro Magno en el año 323 aC y el 31 aC cuando el imperio alejandrino tras
el fulgurante éxito político y la posterior fragmentación en monarquías, fue
forzado a incorporarse al imperio romano bajo el emperador Octavio Augusto. Durante
esta época los reyes de las ciudades-estado griegas que antes pertenecían al
imperio Macedónico de Alejandro Magno, se veían envueltos en frecuentes guerras
para determinar quién era el sucesor del emperador acabo de nombrar, lo cual,
como ya se dijo, quedó resulto por la asimilación de las cenizas del imperio de
Alejandro Magno por parte del imperio Romano. El período helenístico de la
filosofía está marcado por una Grecia fragmentada, plagada de conflictos e
inestabilidad política y surgen varias escuelas filosóficas que se centran en
como el individuo puede alcanzar la felicidad por sí mismo como la estoica,
cínica y epicúrea. Para los filósofos anteriores al periodo helenístico como
Sócrates, Platón y Aristóteles, cuando el mundo griego gozaba de más
estabilidad, era importante impartir una sapiencia del vivir en medio de un
Estado a través de valores colectivos. Pero ahora se trata de encontrar valores
individuales sobre los cuales se pueda construir la felicidad personal. En
definitiva, el individuo del período helenístico tenía que buscar su libertad
al margen de las estructuras políticas que ahora resultan hostiles.
Epicuro, originario de la colonia
ateniense de Samos ofrece una propuesta filosófica a su tiempo donde trata de
dar respuestas concretas a los cambios colectivos que sumergen a los pobladores
del período helenístico definiendo posturas éticas. Entonces es importante identificar
los hechos históricos y míticos de la época antigua entre los siglos V al II AC
en el que se creó y desenvolvió la escuela epicúrea o del képos (= jardín), y
la influencia de estos en la reflexión ética del placer.
Epicuro presenta no al ser humano
generalizado o abstracto, pero tampoco solipsista (es idea de que nada más
importa más allá de uno mismo), sino como individuo concreto que actúa y se
forma en el mundo relacionado con otros individuos, que busca además su
felicidad personal; una felicidad que no atina con las cosas externas, sino que
se interioriza desde la experiencia propia con los demás. En definitiva, para
Epicuro el interés de su filosofía radica en ver al ser humano como “un hombre
auténtico que se preocupa de la sabiduría y de la amistad”. Los epicúreos no
solo elogiaron la amistad, sino que también la hicieron parte integral de su
vida. De hecho, la amistad como expone Epicuro en una de sus máximas: “de
cuantos bienes proporciona la sabiduría para la felicidad de toda una vida, el
más importante es la amistad”, la cual denota la ayuda y la seguridad que solo
se adquiere en la relación con los demás.
Por lo que corresponde al hecho histórico
de la época helenística y la ética, existe una relación entre los conceptos
morales y la realidad humana la cual está sujeta a cambios a causa de las
múltiples circunstancias en las que se encuentra sumida la sociedad. Cuando hay
cambios en la realidad social tal y como sucedió con la antigua Grecia, cambia
simultáneamente la vida moral; así los valores, principios y normas encarnados
entran en crisis y exigen un esclarecimiento de los mismos o cambio por otros.
Dicho así, la confusión y el desorden no solo en la dimensión política de los
griegos sino también en lo moral hacia el siglo IV aC – tiempo en el que
Epicuro se exhibió – consecuencia de guerras continuas y la pretensión de crear
un régimen unitario acogiendo expresiones culturales de los países sometidos
que años después decayó, dio paso a las doctrinas éticas.
En otras palabras, entroniza la reflexión
del cómo actuar para adquirir una vida verdaderamente plena y feliz siendo ahora
centro de la filosofía el individuo, quien oteando el decaimiento de las
estructuras políticas griegas busca orientar su vida. Surge en consecuencia el
primer giro humanista de la filosofía, cuya esencia histórica es el proceso de
helenización que, gracias a Alejandro Magno, extendía el imperio heleno por
todo el Mediterráneo; hecho que sucedió a la muerte de Sócrates y de cuya
filosofía surgió varias corrientes de pensamiento con el objetivo de
reflexionar sobre las actitudes del hombre ante las circunstancias
existenciales. En esencia, pasar de un periodo que reflexionó en torno al
origen del cosmos y luego se volcó a los principios humanos, da evidencia de
las necesidades del tiempo que para este caso dio importancia a la felicidad
personal.
Ahora en cuanto a la cuestión sociopolítica del helenismo, los sucesos que hicieron de las polis (ciudad) un espacio de peligro para la ciudadanía debido a las constantes acechanzas por parte de otros imperios, fueron determinantes en la reflexión epicúrea dado que el placer y la amistad se convierten en respuesta práctica al interrogante que estriba en la consistencia de la felicidad, y son el intento por recuperar para el individuo aquello que para la ciudad estaba perdido: la autosuficiencia sobre la que el hombre debe fundamentar su felicidad [1].
Propuesta Hedonista de Epicuro:
Cuando
yo era adolescente, durante un verano en Nueva York en 1991, los cuales
invariablemente me ponen en hipomanía (las
condiciones del gradiente afectivo bipolar evolucionaron como
sobre-adaptaciones al duro régimen estacional del Pleistoceno [7]) leí en una revista
muy interesante unas líneas sobre Epicuro que ahora no encuentro en internet
pero que decían que este filósofo heleno nos enseñaba algo como:
“Disfruta de un placer siempre y cuando el
mismo no te produzca un sufrimiento mayor en el futuro y sométete un sufrimiento
siempre y cuando el mismo te produzca un placer mayor en el futuro”.
Es como maximizar la relación
placer/sufrimiento de una forma sana y sostenible en el tiempo. Estas líneas
marcaron lo que sería de ahí en adelante el sentido de mi vida y a Epicuro como
mi filósofo favorito.
En
efecto, el filósofo de Samos plantea una moral totalmente distinta de las
desarrolladas por algunos autores que le precedieron como Sócrates y Platón,
entre otros, quienes argumentan una moral abstracta e idealista; otras escuelas
del periodo helenístico como la cínica y estoica heredaron la concepción
dualista consistente en el antagonismo entre componentes humanos alma y cuerpo.
Aunque Epicuro proferirá la importancia del placer espiritual por encima del
placer de los sentidos, este último no deja de ser un aspecto de especial
atención para él [1].
En términos generales, Epicuro presenta su
doctrina ética definiendo que el placer se identifica plenamente con la
ausencia de dolor corporal (aponía) y privación de turbación en el alma (ataraxia),
lo cual produce el mayor grado de placer, elementos que en la vida no se
alcanzan de manera inmediata ni de forma definitiva. El hecho de que para el
epicureísmo el placer fuese el centro de su reflexión ético-filosófica y que de
acuerdo con sus postulados la ataraxia y aponía generan goce y éste a la vez
felicidad, permite articular el placer con la felicidad. De este modo se da
paso al desarrollo de la ética hedonista.
Otro
punto clave del pensamiento del filósofo heleno motivo de este post es la
consecución de la autosuficiencia intrapersonal, característica que hace frente
al sentimiento de confusión, caos y desencanto originado, además de la
inestabilidad política el período helenístico, por falsas visiones propias de
la época en torno al placer, que en definitiva amenazan la serenidad de ánimo
de las personas [1]. Por tanto, se define,
que el bien se concretiza en la eúdaimonía = felicidad o plenitud y la
autárcheia (autarquía o autosuficiencia).
Entonces un elemento determinante a este respecto es aquello que sobre la autarquía que se asocia con la noción de placer, pues en la carta a Meneceo de Epicuro, este habla de la autarquía: “[…] la tenemos por un gran bien, no porque debamos siempre conformarnos con poco, sino que cuando falte la abundancia, con este poco nos baste […]” lo cual deja entrever que el asunto no es de encontrar placer en muchas cosas, sino en reconocer que en lo poco existe un sustento de placer y felicidad.: “Gozan más de la abundancia aquellos que mínimamente la necesitan”… “el habituarse a una vida sencilla y modesta es pues un modo de cuidar la salud y además hace al hombre animoso para desempeñarse en su existencia”.
En definitiva, el placer y con ello la felicidad no tienen sustento en las cosas mismas, sino en la manera cómo el individuo afronta la posesión de las cosas las cuales deben estar al servicio de la construcción de la vida feliz. Entonces la autosuficiencia o autarquía, ha de entenderse con centralidad en el sujeto, pues este a partir de su confrontación con las cosas y su percepción de la realidad, se acerca o no a la vida feliz por el placer que las cosas le permiten, es decir es el individuo y no la cosa propiamente dicha artífice de felicidad, hecho que el mismo Epicuro afirma: “todo ser humano se basta a sí mismo para buscar su felicidad”. Esta disposición que las escuelas helenas en su tiempo contemplaron y defendieron en sus diversas filosofías como un fin, aunque cada una haya prescrito modos peculiares para su ejecución, tiene por fundamento la adquisición de la felicidad.
La doctrina propuesta por el filósofo Epicuro
y que a la larga fue mantenida íntegra por sus discípulos tras su muerte en
Atenas, devela aspectos teóricos relacionados con el tema de la felicidad y su
consistencia en los siguientes términos: la felicidad depende del conocimiento
de la realidad del bien y del mal; en cuanto al bien éste implica carencia de
dolor y de perturbación; más para lograr la imperturbabilidad (ataraxia) el ser
humano se basta a sí mismo por lo que no le hacen falta las instituciones, ni
las riquezas o los honores, como tampoco los dioses.
En este sentido, tratar el placer o goce
desde la categorización de austeridad implícitamente conserva el carácter
virtuoso. Dentro de esta última idea, promovida por el maestro de Samos tras
las fuertes críticas que antecedieron a su existencia y que tal vez conoció, tenemos
a los filósofos clásicos griegos como Platón y Aristóteles quienes defendieron
acérrimamente la moción del goce supremo intelectual refutando las ideas
establecidas por el cirenaico Aristipo – precursor de la vertiente hedonista en
principio – para quien prima la búsqueda del placer físico. Posteriormente,
sucede a las teorías hedonistas de los cirenaicos el filósofo heleno Epicuro
quien toma una posición conciliadora, por decirlo de alguna forma, y reconoce
el placer como elemento insoslayable de la propia naturaleza humana, pero este
no entendía el goce solamente en lo corporal pues también estaba implicada la
virtud como algo indispensable para llegar al placer.
En definitiva el tema del placer, aunque desde
la antigüedad fue estudiado, se hace actual, y de su dilucidación depende un
mejor vivir para la humanidad, siendo urgente reflexiones, como las de la tesis
que se está reseñando aquí, las cuales se convierten en una preocupaciones
éticas y morales por orientar la verdadera experiencia del placer y de sus
correspondientes deseos, renunciando en primer lugar a todo visión que
caracteriza el goce como un tajante enemigo, un portador de riegos y en últimas
de desdicha que debe evitarse por antonomasia, para llegar a una vida recta y
feliz.
No obstante, dicha felicidad para Epicuro,
está involucrada en lo que para él es la finalidad de la filosofía tal cual
expone en una de sus máximas: “Vana es la palabra del filósofo que no cure los
sufrimientos del hombre. Pues del mismo modo que no es útil la medicina a menos
que cure las enfermedades del cuerpo, tampoco lo es la filosofía si no sirve
para suprimir las enfermedades del alma”. Casi que la filosofía se convierte en
un estado de completa introspección con la que debe conocerse la finalidad de
la vida y de todas las acciones humanas, eventualidad que los epicúreos
ratifican dándole una orientación terapéutica a toda disertación, es decir
fortalecer al ser humano de toda propuesta vacua que busque opacar su decisión
de vivir bien conforme a las expectativas que plantea. Lo acabado de decir es
relacionable con la labor del filósofo canadiense y profesor de la City College
de Nueva York, Lou Marinoff, quien fundó la APPA (American Philosophical
Practitioners Association = Asociación Americana de la Terapia Filosófica) y
que probablemente empezó a ser reconocida por su famoso libro “Más Platón y
Menos Prozac” [8], entre otros muchos
que ha publicado. La idea de esta asociación es que la filosofía funcione como
psicoterapia, pero basada en las enseñanzas de los grandes filósofos de la
historia. Y esto muy posiblemente tenga relación con el hecho de que métodos
psicoterapéuticos como la Terapia Cognitiva, tenga entre sus más importantes
insumos el legado dejado por la filosofía de la antigua Grecia [9]. Se trata entonces de
una ilación entre el análisis de los métodos que conllevan a la felicidad y el
hecho de filosofar, por cuanto la filosofía como reflexión sirve a la vida en
general y particularmente arguye los fines que en ella se buscan procurando la
plenitud.
Desde esta perspectiva, entra en mención
la razón elemento determinante en el acto del pensamiento sin la cual no puede
descubrirse una vida verdaderamente feliz; no puede llegarse a la vida feliz
sin la sabiduría ni la racionalidad. En otras palabras la felicidad no queda
reducida a la somera satisfacción de deseos o necesidades puesto que la razón
cumple un papel importante como virtud sine qua non, se da la búsqueda de
motivos legítimos para la elección de lo que es verdaderamente bueno en la vida
o contrariamente el rechazo de aquello que priva al ser humano de la
tranquilidad [1].
Epicuro complementa su discurso afirmando la rectitud de las virtudes al servicio de la felicidad como su fin, correlativa al placer: “no puede llegarse a la vida feliz sin la sabiduría, honestidad y justicia […] las virtudes están unidas a la vida feliz y esta es inseparable a las virtudes”. A raíz de estos postulados, el placer mediado por las virtudes es criterio de felicidad, un explicativo de racionalidad y moderación que por antonomasia cataloga la doctrina de Epicuro como hedonismo racional, permitiendo con ello sobreponer la noción de placer a versiones sesgadas que pretenden poner en los labios del pensador heleno expresiones que no trata en sus múltiples escritos. Para el caso de la razón, esta adquiere una importancia capital en cuanto orientadora de las experiencias corporales más la razón no se opone al placer, sino que se pone a su servicio.
Para Epicuro hay tres clases de deseos [10]:
- Los naturales y necesarios: las necesidades físicas básicas, alimentarse, calmar la sed, el abrigo y el sentido de seguridad.
- Los naturales e innecesarios: la conversación amena, la gratificación sexual y las artes.
- Los
innaturales e innecesarios, que considera superfluos: la búsqueda de la fama,
del poder político o del prestigio social.
Epicuro formuló algunas recomendaciones en torno a todas estas categorías de deseos [10]:
- El hombre debe satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible.
-
Se pueden perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción del
corazón, pero no más allá.
- No se debe arriesgar la salud, la amistad, la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario, pues esto sólo conduce a un sufrimiento futuro.
- Hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es efímero.
Ahora, si el desencadenante y la consumación de una vida feliz es el placer y los seres humanos lo buscan por naturaleza, las fuentes de placer se reducen a todos aquellos medios que ofrezcan satisfacción a las necesidades que el hombre o la mujer sienten: hambre, sed, cansancio, frio, etc. siendo la comida, la bebida, el descanso, el abrigo, etc. los medios materiales que complacen las carencias. Pero como ya se ha mencionado, adentrarse en los excesos repercute en afecciones dolorosas por cuanto generan un dolor o preocupación mayor. Así, el uso de la razón permite decidir cuándo conviene postergar el placer en atención a los dolores a los que está asociado y cuándo afrontar un dolor en vista al placer que provendrá de él.
Hablar de moderación en la satisfacción de necesidades, es adentrarse en la concepción de lo que para el maestro de Samos es la prudencia. Este término de tan alta envergadura para la mayoría de los filósofos de la Grecia clásica, ha sido asumido la más importante de las virtudes, correlativo al hecho de la felicidad humana. Aristóteles en su texto Ética a Nicómaco, coincide con Platón al afirmar que la prudencia “descubre los medios para la realización de la felicidad y de la vida virtuosa”. Es más para Epicuro en su filosofía, la prudencia es la determinante de una verdadera vida de felicidad adscrita al alcance del placer: “el principio de todo esto y a la vez el mayor bien es la prudencia […] fuente de toda virtud y no puede llegarse a la vida feliz sin ella” [1].
Es evidente que el placer no es un asunto de decisión o preferencia, sino que, como principio y fin de una vida feliz tal y como lo expone Epicuro de Samos, debe ser reconocido como un bien congénito de manera que como realidad propia de la naturaleza se encuentra a la base de cualquier elección o rechazo y desde él se pueden juzgar los bienes. Aquí no se entiende el placer como una presunta excitación erótica sino como una forma de “alcanzar la salud del cuerpo y la ataraxia del alma ya que en eso consiste la perfección de la vida feliz” [1]. Obviamente esta perfección es una aspiración a la cual nunca se llega al 100%. El placer y el dolor son criterios orientadores para la elección y el rechazo de lo que afecta positiva como negativamente al desarrollo natural de la vida, por ello para Epicuro apuntar al placer como fin último de la vida, tiene su fundamento en las sensaciones. De acuerdo a lo anterior, Epicuro dividía los placeres en dos grandes grupos [10]:
- Placeres del cuerpo: aunque considera que son los más importantes, en el fondo su propuesta es la renuncia de estos placeres y la búsqueda de la carencia de apetito y dolor corporal.
-
Placeres del alma: el placer del alma es superior al placer del cuerpo, pues el
corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es efímero y temporal,
mientras que los del alma son más duraderos y además pueden eliminar o atenuar
los dolores del cuerpo.
De
hecho, Epicuro como ciudadano griego inmerso en las costumbres de sus
coetáneos, asoció a su filosofía del goce natural la identificación de la
felicidad con la paz interior y el sosiego del alma, causa misma del que haya
definido el placer como “no sentir turbación en el cuerpo ni turbación en el
alma”. Sin embargo, entra en cuestión la imposibilidad del placer, puesto que,
si tal sentimiento depende de la ausencia de dolor físico (aponía) y de la
imperturbabilidad del alma (ataraxia) entonces no es posible sentirlo todo el
tiempo, de modo que no se alcanza el goce pleno en la vida. Epicuro admite que
el placer permanente no es factible, pero existen sensaciones que otorgan un
grado de plenitud [1].
Con
estos elementos y acorde a las circunstancias del tiempo, se deduce que no solo
está en disputa la estabilidad permanente del principio epicúreo de la aponía =
ausencia de dolor físico, sino que también cae en el relativismo el principio
de ataraxia = ausencia de turbación en el alma. Precisamente el carácter
positivo de la ausencia de turbación – reduciéndola a manifestación de alegría
- se ve en riesgo dadas las fijaciones obscenas de las personas con los objetos
e inclusive con sus objetivos. En definitiva, lo que presuntamente es un medio
ideal para adquirir un bien, tal vez tienda a convertirse en manía, aspecto que
los pensadores clásicos griegos no descartaron. Como ya se dijo, la obtención
del placer como fin para adquirir la felicidad según Epicuro, debe estar sumida
a la razón y sabiduría de lo contrario vulnera la ataraxia querida.
El bien con el placer y el placer con la
ausencia de dolor, pero sobre todo en la liberación del alma de las
perturbaciones psíquicas, son los puntos principales de la doctrina ética de
Epicuro. Lo anterior concretiza un aspecto elemental en la vida de todo ser
humano que en sus acciones busca del bien para el desarrollo de su plenitud
existencial. Tal orientación de vida que contempla el placer, resulta ser un
fin natural o bien innato al organismo viviente bajo la consideración del
filósofo heleno. El bien para Epicuro no se puede separar del cuerpo ni de los
sentidos. No es algo que esté fuera del mundo, sino que debe circunscribirse a
la existencia misma, cuyo soporte es la estructura corporal; y es precisamente
en este ámbito donde se produce el fenómeno del placer [1].
Un aspecto importante de la vida que
llevaban los epicúreos en el Képos (= Jardín) era el estudio de la filosofía,
común a todas las escuelas que antecedieron a Epicuro y le sucedieron en el
mundo griego y romano de la antigüedad. Pero tal filosofía procurada por esta
comunidad del Jardín, buscaba la vida buena a través del estudio y como se ha
indicado en el análisis mismo de la naturaleza humana que posibilitan con
seguridad la obtención de bienes no fútiles. Pensar entonces en el placer como
impronta de la filosofía de Epicuro no es más que la definición del rasgo
esencial que por naturaleza fue dado a todo ser viviente, para distinguir
aquello que produce sosiego de lo que reporta al cuerpo malestar por la
ausencia del mismo.
Epicuro también muestra una cuidadosa
atención para el cuerpo en tanto el maestro de Samos en una de sus máximas
prescribe que “la raíz de todo bien es el placer del vientre pues todo lo cabal
y lo desmedido tienen su referencia en éste”, dando a entender que las
necesidades básicas corporales deben ser cubiertas, pero no deja a expensas al
ser humano del goce a cualquier precio cuando el mismo filósofo heleno asume
que por la razón “buscamos sin cesar los motivos legítimos de elección o
aversión en las cosas […]. Por tanto, el principio de todo es la sabiduría” [1].
Se suma a las consideraciones anteriores
el siguiente fragmento: “salto de gozo alimentándome de pan y agua y detesto el
placer lujoso […]”, elementos sencillos con los que Epicuro enfatizaba la
actitud verdadera del placer en cuanto consiste en descifrar lo natural y
moderado. Así, aplicando la ley de exceso y defecto aristotélicas, el placer no
trata de afianzar la hedenomanía - cualquier acción para obtener placer - como
tampoco por el temor al exceso inquirir en la anhedonia que implica coartar o
ser indiferente a la satisfacción que otorga algunas cosas en la vida. De aquí
la nueva concepción del sabio (Sophos) otorgada por Epicuro de herencia
socrática y contrapuesta a la noción estoica: “se trata de perseguir la
serenidad en el placer y no la perfección, rechazar la competencia y buscar el
apacible retraimiento en la meditación y la convivencia con los amigos”.
El filósofo de Samos comprende que llegar al placer, es decir al estado de imperturbabilidad tanto para el alma como para el cuerpo, es necesario el cuidado de sí mismo no solo en la parte intelectual sino también de la persona en general. No existe por tanto una separación intrínseca entre cuerpo y alma al entender de Epicuro puesto que para él como para los posteriores escolásticos y pensadores humanistas del renacimiento, el ser humano es un compuesto integral de las dos sustancias, por ello la afección del cuerpo positiva o negativa repercute también en el alma.
En resumen, el maestro de Samos al identificar el placer con la ataraxia, cambia la noción del goce que imbricaba con la tendencia al acto licencioso y orgiástico, acoplando a esta sensación la necesidad de la virtud para orientar los actos dando a entender que no solo la felicidad se alcanza por la satisfacción de necesidades somáticas, sino que también implica una práctica del correcto discernimiento y razonamiento como lo explicita al interior de su célebre obra Carta a Meneceo: “no es posible vivir feliz sin vivir sensata, justa y honestamente”
Dicho así, se infiere el análisis que en
su momento tuvo que realizar Epicuro al observar el comportamiento de sus
contemporáneos: la práctica del placer en la competencia, el juego, el sexo, la
vida sin restricciones, etc. pero que este reinterpreta ofreciendo un estilo de
vida alterno: colmar los deseos necesarios y naturales, y despreciar con todo
rigor los perjudiciales.
De tales presupuestos, Epicuro deja
entrever que el placer como fin de la vida feliz es un bien que debe
considerarse pues es propio de la naturaleza, pero ese bien en tanto que está
determinado por medios para llegar a tal fin, no asegura el desligamiento del
medio con el fin, es decir no se adquiere placer sin medio como tampoco existe
tal sensación si el medio por el que se opta tiende a lo contrario y sucede a
esto que los placeres vanos no son buenos, porque a la larga acarrearán dolor.
He aquí lo que la doctrina epicureista trasmite como verdad de hecho: se
recomienda evitar los deseos innaturales innecesarios, pues el placer o
satisfacción que producen es efímero y por ende no producen placer duradero.
Añádase a esta realidad, la distinción entre el placer que considera medios labrados por el ser humano al que ha de denominarse placer activo (¿Como estudiar o hacer deporte?) y aquello que siendo causa de placer no depende del mismo hombre sino por la apropiación de estímulos que llegan de fuera del organismo, de ahí que se denomine placer pasivo (¿Cómo ver TV?), reconociendo además una aparente diversidad de placeres donde en realidad el placer como sensación resulta ser una misma para toda acción.
En lo que respecta a los deseos como estados de proyección al placer, Epicuro aboga por aquellos que tiendan a evitar las preocupaciones y cultivar la amistad. Este hecho se indica al definir el placer como tranquilidad del alma y ausencia de dolor, pero también la virtud protagoniza la elección de aquellos deseos entretanto que el discernimiento y la recta prudencia permiten acercarse a una vida feliz. En base a este postulado, Epicuro añade una cuidadosa categorización de los deseos (que ya fue esbozada aquí), pero cuando el placer es un fin, no está aludiendo a los placeres de los inmoderados, siendo la razón un elemento intermediario entre el deseo y la ejecución del mismo, en procura de la adquisición del placer correctamente discernido en sus medios y no el logro de tal sensación a cualquier precio [1].
Religión y Posición Ante la Muerte:
Epicuro plantea la cuestión de la recta opinión sobre la muerte, un acontecimiento que para este filósofo no es más que la limitante sensitiva de todo organismo, y por lo mismo no hay que temerle: “la muerte no es nada para nosotros puesto que lo bueno o lo malo no existe más que en la sensación, y la muerte es la privación de ella”. También decía que no hay temerle a la muerte pues cuando uno es la muerte no es y cuando la misma es uno no es. Analizar tal noción de la muerte desde un punto de vista pragmático, queda implícito en la resolución de la propia existencia en el ahora, entendiendo que la felicidad se desarrolla en las dimensiones espacio-temporales; felicidad que implica por una parte no incurrir en estados de temor hacia una muerte que evidentemente acecha pero que al final sorprende, y por otra parte prevenir el postergar todo acción que conlleve al bienestar. En definitiva, se trata de vivir con vehemencia el presente sin pesimismos sabiendo que el ser humano de alguna manera es promotor de su propio destino, un hecho que integra el carácter de la autosuficiencia y con el que finalmente Epicuro cierra su obra ética Carta a Meneceo con [1]:
“La
mayoría de los hombres, unas veces teme la muerte como el peor de los males y
otras veces la desea como el término de los males de la vida. El sabio por el
contario ni desea ni teme la muerte, ya que la vida no le es una carga y
tampoco sostiene que sea un mal el no existir. No es la duración de la vida la
que nos agrada, sino que sea grata. Así pues, conviene recordar que el futuro
ni está enteramente en nuestras manos, ni completamente fuera de nuestro
alcance de suerte que no debemos esperarlo como si tuviésemos que esperarlo, ni
desesperar como si no tuviese que llegar con certeza”.
La misiva que procede de la escuela del Képos
(= Jardín) por manos de Epicuro es ante todo una sugerencia a estar en la vida
terrena del mejor modo posible.
Un agnóstico deísta: Puede que el lector, tras lo leído anteriormente, considere a Epicuro un ateo recalcitrante, si bien no es exactamente así. En la materialista filosofía de Epicuro el universo es un mecanismo sin finalidad o intervención. Entonces, aunque aparentemente era ateo y aunque hay mucha controversia en ese sentido, parece que Epicuro creía firmemente y con convicción en los dioses, pero según este filósofo heleno de Samos, estos no interfieren en modo alguno en los acontecimientos del mundo. No les importa absolutamente nada el curso de la historia, ni prestan ninguna atención a la vida de los hombres [11]. Ante esto, Epicuro cree que lo mejor es que nosotros hagamos lo mismo y vivamos sin preocuparnos de ellos. De hecho, para él los dioses no tienen más que una función educativa, como ejemplo de la virtud y excelencia a la que hemos de tender los seres humanos [12]. Pero repito, hay mucha controversia, o sino miremos las siguientes palabras que se le atribuyen a Epicuro:
A expensas de algunas concepciones
actuales, la identificación del placer con la felicidad puede idear un Epicuro
libertino, antimoral, desenfrenado o poco virtuoso; sin embargo este pensador
heleno se apresura a confrontar a todos aquellos que confunden y creen que en el
exceso se alcanza el mayor placer: “cuando decimos que el placer es el bien, no
hablamos de los placeres de los pervertidos, ni de los placeres sensuales como
pretenden algunos ignorantes que nos atacan y desfiguran nuestro pensamiento”.
En esta misma perspectiva el filósofo de Samos atestigua que la distinción de
lo bueno y lo malo se debe a la sensibilidad y solo es bueno aquello que sin
excesos proporciona placer tal y como agrega en su Carta a Meneceo: “…no son
las borracheras, ni los banquetes suntuosos continuos, ni el goce de los
jóvenes o de las mujeres, […] las que proporcionan la vida feliz” [1].
A propósito, el pensamiento de Epicuro fue
mal interpretado por diversos motivos entre los que prevalecen la ambigüedad
respecto del término Hedoné (placer en griego), como también por la cuestión de
lecturas superficiales que se han desarrollado en base a las compilaciones
sobre el placer o la designación mitológica del icono de Hedoné con Voluptas, que
es la versión romana del término, pero tiene una representatividad más somera
del erotismo. En otras palabras, la cultura griega asumió una connotación erótica
del término Hedoné (= Placer), pero tal percepción llevó a una fuerte
consideración de lujuria (= Voluptas) por los romanos lo cual desencadenó el
rechazo. Dicho así, lo que se planteaba en la versión cultural griega como
hedonismo vulgar, no corresponde con el hedonismo racional que postula Epicuro.
La escuela cirenaica por manos de Aristipo
rescató la necesidad del placer en la vida, aunque de un modo someramente
corpóreo y una adquisición que contempla cualquier medio para alcanzar tal fin;
sin embargo, Epicuro asienta en su filosofía la práctica del mismo, pero
considerando la naturaleza del placer tanto en lo espiritual como corporal, y
la adquisición del placer corpóreo por medio de los deseos y el uso de la razón
en los mismos.
Los adversarios de Epicuro de buena o de mala fe, tomaban en cuenta únicamente el criterio de búsqueda del placer sin contar con la paz del alma, mostrando por tanto el carácter netamente superficial y desenfrenado del placer. Pero el propio Epicuro protesta: “aunque el fin es el placer no significa que sea desenfrenado, sino un estado del cuerpo y del alma propiciado por la razón”. Y por esto la sensación entendida culturalmente por los griegos de la antigüedad como lujuria, no corresponde a lo propuesto por Epicuro dado que su visión de placer no comprende actitudes obscenas, sino que tiene su fundamento en, otra vez, la razón.
Conclusiones Personales:
Como
se dijo anteriormente, para Epicuro era de vital importancia que el individuo
consiguiera la autosuficiencia intrapersonal (autarquía) para hacerle frente caos
político y demás en el que vivía el mundo griego durante el periodo
helenístico. Por lo tanto, el bienestar se concretiza en la felicidad o
plenitud (eúdaimonía) gracias a la autarquía, racionalidad y demás virtudes ya
nombradas en este escrito. Esto merece un comentario personal; derivado de mi
condición bipolar, la cual ha estado siendo exitosamente tratada desde 1988
(nací en 1974), está el hecho de que nunca
logré estabilizarme en una sola línea de investigación [14] (a duras penas pude
centrarme en mis tesis de pregrado y maestría) lo cual, entre otras cosas,
impidió que yo formara mi propio patrimonio, pero además me ha acostumbrado a
ser feliz cada vez con menos. Yo tengo una vida cómoda gracias a al trabajo de
mis ancestros, especialmente al de mis padres, pero ya estoy consciente de que,
a no ser que me gane una lotería, multimillonario nunca fui. Cuando era joven,
antes de mis 40 años (ahora tengo 47) yo era sociotrópico; casi que todo el
tiempo tenía que estar socializando. No me podían faltar mis grupos de amigos.
Y antes de esto, como hasta mis 36 años, no me podía faltar una compañera
sexual estable. Desde 2017, año en sufrí una crisis de insomnio, probablemente
porque era el aniversario número 10 de la muerte de mi papá, y hubo un cambio
notable en mí, que coincidió con la publicación del único
libro largo que he escrito [15] y el comienzo de la
incorporación de higiene del sueño cada vez más estricta, empecé a tener un
alejamiento gradual pero rápido de mis actividades sociales, tanto que ahora
estoy un poco asustado pues no me hace falta ni socializar ni tener pareja para
nada de eso. Sin embargo, durante la lectura de la tesis que está siendo
resumida en este post [1], me di cuenta que
puedo estar yendo por el camino correcto, pues cada vez necesito menos lujos y,
sobre todo, menos socialización (aunque al menos telefónicamente, conservo a
mis mejores amigos), lo cual aumenta mi autonomía (autarquía) y aunque esto me
aterra un poco, me produce mucho placer esta vida monástica como la mía, lo
cual, creo yo, está en línea con las enseñanzas que nos dejó Epicuro.
Como se dejó implícito más arriba, Epicuro
buscaba la buena vida a través del estudio y dentro de esto del análisis de la
naturaleza humana donde se ve el placer como un rasgo esencial con respecto al
cual, con diferentes fisiologías, la madre natura doto a todos los seres vivos
al menos con cierta manera de sentirlo. Yo creo que lo anterior demuestra que
Epicuro era muy adelantado para su tiempo pues reconoce la importancia de la
naturaleza humana en su doctrina. Esto es importante pues como lo dejé ver en mi
último post [16] en el sentido que
entre las humanidades (lo cual obviamente incluye a la filosofía) y la biología
(naturaleza humana) hay una necesaria y gran oportunidad de hacer muchos
descubrimientos, postura que solo fue oficialmente reconocida y empezada a estudiar
en el último cuarto del siglo XX por EO Wilson (padre de la sociobiología, ahora
llamada Psicología Evolucionista y quizás el biólogo más influyente de nuestros
tiempos) en varios de sus libros [17-20].
Queda claro también que, sin racionalidad,
virtud, sabiduría, etc., el hedonismo se desdibujaría hacia el tropicalismo que
no es más que un estado de miopía mental dentro del cual se propende por los
excesos (bebamos, forniquemos sin medida ni protección, usemos todo tipo de
drogas esta noche que el mundo se acaba mañana), lo cual está muy lejos de lo
que nos enseñó Epicuro.
Y finalmente, de las posturas la explicadas de Epicuro con respecto a la muerte, además de invitarnos a no temerla, nos conmina a vivir con vehemencia el presente, pero disfrutando de placeres serenos, con mesura y racionalidad.
Gracias por leer este post.
Referencias:
1. Valencia-Marín E. Ética del hedonismo en la obra carta a Meneceo de
Epicuro de Samos: resignificación del concepto placer. Risaralda-Colombia.
Programa de Licenciatura en Educación Religiosa, Facultad de Ciencias Humanas,
Sociales y de la Educación , Universidad Católica de Pereira; 2015. Disponible
en: https://repositorio.ucp.edu.co/bitstream/10785/3423/1/CDMLER83.pdf. Consultado el 11-Dic-2021.
2. Deras R.
Epicuro: una ética centrada en el placer. Universidad Centroamericana José
Simeón Cañas (UCA) EL Salvador. Revista Centro Americana de Ética -
etikcentroamericana; 2017. Disponible en: https://eticacentroamericana.wordpress.com/2017/03/28/epicuro-una-etica-centrada-en-el-placer/.
3. Hursthouse R,
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4. Weber H. You say morals, I say ethics – what’s the
difference? The Conversation; 2014. Disponible en: https://theconversation.com/you-say-morals-i-say-ethics-whats-the-difference-30913. Consultado el
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5. Marks RJ, Egnor M. What is the Difference Between “Soul”
And “Spirit”? Discovery Institute - Mind Matter News - Walter Bradley Center for Natural and
Artificial Intelligence; 2020. Disponible en: https://mindmatters.ai/2020/02/what-is-the-difference-between-soul-and-spirit/. Consultado el
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6. O’Keefe T. Epicurus (341—271 BCE). Internet Encyclopedia
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8. Marinoff L. Más
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9. Evans J, Punset
E. Filosofía para la vida y otras situaciones peligrosas. Prisanoticias
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10. Epicuro: los
miedos, los deseos, el placer, la felicidad. Urgencias Bidasoa; 2011.
Disponible en: https://urgenciasbidasoa.wordpress.com/2011/09/24/epicuro-el-placer-la-felicidad/. Consultado el 16-Dic-2021.
11. Mitsis P. Oxford Handbook of Epicurus and Epicureanism. Oxford University Press; 2020.
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14. Duque-Osorio
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Aumenta mi Improductividad. Puente Alto del Vergel, Ibagué, Tolima-Colombia.
Blog "El Duque Bipolar"; 2021. Disponible en: https://www.juanferduque.com/2021/10/me-tomare-un-descanso-de-la-bipolaridad-pues-fracase-en-especializarme.html. Consultado el 01-Dic-2021.
15. Duque-Osorio
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Publishing; 2017. Disponible en: (Amazon: https://amzn.to/31AkVxR| Google Books: http://bit.ly/31EYOXg)
16. Duque-Osorio JF. Coevolución
Biológico-(genes) Cultural-(memes): ¿Encontré mi Libertaria Multilínea de
Investigación? Puente Alto del Vergel, Ibagué, Tolima-Colombia. Blog "El
Duque Bipolar"; 2021. Disponible en: https://www.juanferduque.com/2021/12/coevolucion-biologico-cultural-de-pronto-encontre-mi-libertaria-multilinea-de-investigacion.html. Consultado el 17-Dic-2021.
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18. Wilson EO. Sociobiology: The
New Synthesis. 2 ed. Cambridge (MA)-USA. Harvard University Press; 2000.
19. Wilson EO. On Human Nature: With a New Preface. Harvard
University Press; 2004.
20. Wilson EO. Consilience: The Unity of Knowledge. Vintage Books; 1999.
Excelente complemento a la Espiritualidad Científica.
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